Las piñatas son uno de los íconos más representativos de los festejos decembrinos y una tradición que a través de las generaciones mexicanas, no pueden faltar en estas fechas por su significado.
A partir del inicio de las posadas cada 16 de diciembre y hasta el día de reyes se estima que la compra de piñatas incrementa hasta en un 80 por ciento en comparación con el resto del año, principalmente aquellas de picos que acompañan a las costumbres católicas.
La tradición de romper la piñata comenzó en México en el año 1586 (siglo XVI), cuando los frailes agustinos de Acolman de Nezahualcóyotl, en lo que actualmente es el estado de México, cerca de la zona arqueológica de Teotihuacán, recibieron la autorización del Papa Sixto V para celebrar las llamadas misas de aguinaldo, que más tarde se convertirían en lo que actualmente conocemos como posadas.
Originalmente se utilizaba una olla de barro con papeles de colores que la hacían lucir más bella y representan los placeres superficiales, la forma en estrella de siete picos que simbolizan a los pecados capitales que son destruidos por la virtud (el palo), es un ritual que debe realizarse con los ojos vendados, lo que significa que la fe es ciega y vencerá sobre las tentaciones; en su interior se llena tradicionalmente con dulces, fruta, regalos y dinero, que simbolizan las riquezas del reino de los cielos luego de vencer las tentaciones y el pecado.
