Palabra dominical. «La paz este con ustedes… Domingo II de Pascua. Como el Padre me envía, así también los envío yo»

Faustino Armendáriz Jiménez

El Evangelio de este domingo es el único que destaca el miedo de los discípulos después de la muerte de Jesús, en el que se destaca algo tan lógico, y se ofrece el detalle tan visivo de la puerta cerrada. Acaban de matar a Jesús, lo han condenado por blasfemo y por rebelde contra Roma. Sus partidarios corren el peligro de terminar igual. Además, casi todos son galileos, mal vistos en Jerusalén. No será fácil encontrar alguien que los defienda si salen a la calle.

Por esos el saludo de Jesús es alentador: «La paz este con ustedes». Tras la referencia inicial al miedo a los judíos, el saludo más lógico, con honda solidez bíblica, sería: «no teman». Sin embargo, tres veces repite Jesús «la paz este con ustedes» Este saludo, sólo se encuentra también en la aparición a los discípulos en Lucas (24,36). Lo más frecuente es que Jesús no salude: ni a los once cuando se les aparece en Galilea (Mc y Mt), ni a los dos que marchan a Emaús (Lc 24), ni a los siete a los que se aparece en el lago (Jn 21). Y a las mujeres las saluda en Mt con una fórmula distinta: «alegrense». ¿Por qué repite tres veces «la paz este con ustedes» en este pasaje? Vienen a la mente las palabras pronunciadas por Jesús en la última cena: «La paz les dejo, mi paz les doy, y no como la da el mundo. No se turben ni se acobarden» (Jn 14,27). En estos momentos tan duros para los discípulos, el saludo de Jesús les desea y comunica esa paz que él mantuvo durante toda su vida y especialmente durante su pasión.

Ante este salido, se nota el contraste del miedo se pasa a la alegría. Así se cumple la promesa de Jesús durante la última cena: «Ustedes ahora están tristes; pero los volveré a visitar y se llenarán de alegría y nadie se las podrá quitar» (Jn 16,22). La alegría que brota del encuentro con el Señor Resucitado da un resultado: La Misión, es decir el compartir la alegría de ser discípulo-misionero. Pero atención, debe notarse que la Misión, no se trata simplemente de un ‘slogan’ bastante quemado en nuestros días, sino de una cadena continua que se remonta al Plan Salvador del Padre: «Como el Padre me envía, así también los envío yo».

Siguiendo la profunda espiritualidad del tiempo pascual, a la luz de Santa Palabra, los invito a que gustemos en este tiempo nuestra vocación cristiana, Dios nos ha invitado a formar parte de su comunidad, la Iglesia, todos hemos aceptado seguir al Señor al renovar la semana pasado nuestro bautismo. No dejemos que la alegría del Evangelio, la alegría de ser discípulos-misioneros se vea menguada por las dificultades cotidianas; que el Don de la Paz que Jesucristo el Señor nos ha ganado con su muerte y Resurrección se renueven en estas fiestas pascuales.

No olvidemos nunca, que un signo distintivo de nuestro encuentro con el Señor Resucitado, es ‘la misión’: «Como el Padre me envía, así también los envío yo». Les invito a todos a que continuemos con la obra de Salvación. Hoy el mundo necesita de Testigos fieles, para que lleven a todos los rincones de la sociedad, la Paz del Resucitado. Sea este tiempo una ocasión privilegiada para continuar con renovado aliento la misión permanente en cada una de nuestras comunidades. Amén.

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