Resulta que en ese tiempo como en cualquiera, en la escuela secundaria tenían la materia de ganadería y los alumnos tenían que hacer sus prácticas. El maestro les dijo a los alumnos más latosos que de castigo se quedaran después de clase para que le ayudaran a vacunar los puercos de esa camada, los jóvenes pusieron sus caras molestas porque no lo querían hacer, pero el maestro les dijo que entonces se quedarían reprobados… el chiste es que tuvieron que aceptar.
Uno de los alumnos tuvo que pasar a agarrar a los puerquitos para pasárselo a los que iban a vacunarlos.
Ya con el primer puerquito el maestro le dijo a una de las alumnas que iniciara ella y no quería por que le daba miedo, así que se volteaba para los lados y el maestro le dijo que le ayudaría a preparar la vacuna y así lo hiso, le entrego la jeringa y la alumna continuaba diciendo que le daba miedo y los demás compañeros les daba risa, a lo que el maestro les llamaba la atención.
En eso la alumna se animó a vacunar pero como tenía mucho miedo se volteó a un lado para no ver; clavo la jeringa y rápidamente inyecto el contenido de la jeringa, en eso el profe con la cara de dolor le dice “taruga ya me inyectaste a mí” y todos risa y risa.