El Santo Niño de la Mezclita de Jalpan
• Hace muchos años, fue encargada a una humilde familia de una ranchería conocida como La Mezclita, en la comunidad Saldiveña, Jalpan de serra, Qro., una pequeña figura del Santo Niño, la persona que lo dejo encargada por tres días, nunca más volvió y desde entonces la imagen se venera en la región serrana.
• Fue en un modesto altar colocado sobre una frondosa Ceiba en la comunidad de La Saldiveña donde por primera vez reposo la figura del Santo Niño, a partir de ahí y hasta nuestros días su labor misional recorre las comunidades de la zona norte del estado.
• Aún se recuerda aquel intento que hubo por tratar de quitarle a los Jalpenses la figura del Santo Niño de manos de algunos habitantes de Ayutla, Arroyo seco, Qro., donde para recuperar la imagen benefactora fue necesaria la intervención del ejercito.
Jalpan de Serra, Qro. En su cocina, entre trastes y utensilios para cocinar, una alegre y lucida viejecita cuenta al MENSAJERO de la Sierra Gorda, la historia no escrita del arribo a estas tierras de la figura del Santo Niño.
Doña Josefa Hernández Méndez, con recuerdos claros de su infancia, relata su versión de los pormenores de la forma como llego para quedarse la figura del Santo patrono de los hombres y mujeres serranos.
En su relato, siempre junto a su compañero de vida, don Toribio Rubio Chávez quién a momentos se separaba de ella para atender a los clientes de su pequeña tienda o serruchar alguna tabla o madera, dice que “hace muchos años cuando ella era muy pequeña, sus tíos abuelos, que por entonces vivían en la comunidad de La Saldiveña recibieron la sorpresiva visita de una señora vestida muy humilde y descalza que cargaba en su rebozo una pequeña figura, también pobremente vestida, de un niñito adorable”.
Dice que “un día la esposa de su tío abuelo Justo estaba moliendo maíz, cuando llego una señora muy pobrecita, con su niñito, chiquito y bonito, vestido de Santo Niño de Atocha, vestido de azulito y cafecito con su sombrerito, así lo llevaba señora, pero muy pobrecito, muy rompidito y enmohecido “, recuerda.
La señora que describe doña Josefa, pidió permiso para dejar su niñito ahí durante dos o tres días y que a los tres días ella iba a regresar por él. El lugar donde se dejaría era un pequeño altar que sus parientes habían construido sobre una vieja ceiba y en el que se adoraba a la imagen de San Isidro Labrador. Ante la petición de esa pobre señora descalza, le dijeron que la pusiera en el altar (la figura) y se fue.
Viendo que el niñito estaba muy descuidado y sucio de sus ropitas, la señora de la casa termino sus labores del hogar y luego se puso a buscar pedazos de tela o trapos para hacerle un nuevo vestidito al Santo Niño. “pensando que al tercer día cuando volviera la señora por él ya se le entregaría cambiado y limpiecito”. Como en aquel tiempo era costumbre comprar la tela para hacerse la ropa de las personas (no se vendía ropa hecha, dice) los pedacitos de tela que sobraban los iban guardando para hacer sobre camas o remiendos.
Así fue, como le hizo su vestidito, lo cambio y baño y coloco en el altar de la ceiba, esperando que la señora volviera por su encargo.
Sin embargo, pasaron los tres días y nada, pasaron tres semanas y nada, pasaron tres meses y nada, incluso pasaron tres años y esa señora nuca volvió por el niñito, recuerda.
Al cabo del tiempo, la esposa del tío abuelo murió, pero la figura del Santo Niño se quedó en el altar de la ceiba, siempre al cuidado de don Justo, que ya para entonces observaba como los habitantes de la comunidad (La Saldiveña) le rezaban sus rosarios al Santo Niño.
Cuenta que la gente le rezaba sus rosarios por algún milagrito, ya sea por haberles curado a un niño enfermo, incluso, porque se había perdido algún animalito de ellos y luego lo encontraban.
En aquel tiempo, explica, la gente le rezaba o le dejaba ceras en le altar, porque en aquellos años todavía no se usaban las veladoras que hoy se utilizan en los templos o ceremonias religiosas.
Así paso el tiempo, muchos años, el tío abuelo don Justo también murió, pero antes de morir mando llamar a su yerno, Antonio Velázquez para que se encargará del Santo Niño, sólo que se lo daba a cambio de una pequeña deuda que tenía el (el Tío abuelo) con el joven de La Mezclita.
El yerno, según doña Josefa, no quiso aceptar la propuesta de don Justo, sin embargo, accedió a perdonarle la pequeña deuda que tenía su suegro con él, “pero por ningún motivo podía recibir al Santo Niño a cuenta de una deuda personal”.
Así fue como el acuerdo entre ambos dejo garantizado “que la figura del Santo Niño seria otorgada sólo calidad de herencia familiar, pero nunca como pago de la deuda que tenía el suegro con él”.
Pasando el novenario a la muerte de don Justo, entonces si el yerno y su esposa (Antonio Velázquez) del altarcito de la ceiba en La Saldiveña se llevó al Santo Niño, a La Mezclita.
En la comunidad o ranchería de La Mezclita, le hicieron su casita, algo así como una capillita para que ahí fueran las personas para visitarlo, porque ya era muy querido el santo infante y era muy apreciado de las personas de la región, porque según eso “hacia muchos milagros”.
Ya después, recuerda nuestra narradora Jalpense, “lo fueron prestando a que saliera a las comunidades para que saliera a misionar”. En cada comunidad, clara se nombraba a un responsable o guardián (encargado de cuidarlo, de traerlo o llevarlo a donde lo pedían) y le dejaban sus limosnitas.
Dice que las limosnas que llegaban al Santo Niño el señor Antonio Velázquez las llevaba a la iglesia, una parte y otra parte se la dejaba para arreglarle su casita y tenerle su altar bien cuidadito, cuando el Santo Niño estaba ahí en La Mezclita.
“El Santo Niño, afirma doña Josefa, estuvo muchos años misionando en muchísimas partes, incluso en comunidades de Peñamiller o Cadereyta de Montes”.
Al morir los señores principales, uno de sus hijos, que se llamó Cruz Velázquez se quedó como encargado del Santo Niño para luego llevarlo a la iglesia de Jalpan.
Entonces el cura Herrera se quedó con el encargo de que ese Santo Niño lo iban a recoger en la iglesia, para que “no anduviera de mano en mano”. Evitando así que una señora, que supuestamente era parienta de la familia, se quedara con la figura, como lo había estado tramando desde antes de la muerte de don Cruz.
Recuerda que siendo ella muy pequeña, (doña Josefa) se atrevió a refutar el parentesco con la señora (doña Benita) que quería quedarse con el Santo Niño, ya que esa persona decía ser hermana de su mama.
Le dije yo, malcriada verdad, reconoce la viejecita, ”oiga, mi mama nunca me platico o dijo que usted era hermana de ella, mi mama me dio a conocer a su familia, mis tías, mis primas, todos verdad y de usted nunca me dijo nada”.
En aquel tiempo, explica, los papas de uno le daban a reconocer el parentesco de toda la familia, así fuera de tercer o cuarto grado. Y de esa señora Benita “mi mama nunca me la había mentado”. Lo que significaría que la señora que se decía pariente trataba de engañarnos para posesionares de la figura infantil del santo.
Afirma que su tía Julia, que aún vivía y era hermana de su mama, le confirmo que efectivamente la tal Benita quería investigar a la familia para quedarse con el Santo Niño. Al llegar a oídos del tío Cruz, la noticia de que una señora buscaba la manera de quedarse con el Santo, decidió donarlo a la iglesia de Jalpan,” para que no haiga pleitos lo voy a dejar a la iglesia, se los voy a dejar al señor cura para que allí (todos) vayan a visitarlo o venerar”.
Una historia a parte. Cuando peligro la posesión del Santo.
Desde el principio, la actividad misional que tuvo y ha tenido el Santo Niño de La Mezclita de Jalpan en todas y cada una de las comunidades, rancherías y caseríos de la región serrana se convirtió en una tradición, que incluso llego a ser peligrosa para la veneración a él.
Como se sabe, durante todo el año la figura del Santo Niño recorría muchas comunidades, llegando a Ayutla el día 24 de diciembre, fecha en que se hace una fiesta en su honor, para luego ser llevada a la parroquia de Jalpan, donde a partir de 25 de diciembre y hasta el 5 de enero, día en que se celebra la máxima fiesta religiosa anual de este municipio.
Resulta que un día, narra emocionada doña Josefa, “los habitantes de Ayutla ya no quisieron entregar la figura del Santo Niño, (después de un 24 de diciembre) decían que era de ellos y que no lo volverían a entregar a la iglesia de Jalpan”
Después de que le hicieron su fiesta, dice, los de Ayutla salieron a las calles con palos, machetes o con lo que podían para detener la salida del Santo Niño de la capilla donde lo tenían.
Enardecidos los de Ayutla, asegura, no dejaban entrara a los de Jalpan para que se llevaran el Santo Niño, “disque porque era de ellos”, fue cuando hubo necesidad de mandar llamar al padre Tino de Jalpan (no se acordó de su nombre) para que interviniera en esta situación.
Como tampoco le hicieron caso al padre Tino, dice, y no había teléfono en esa época, la gente de Jalpan fue a traer soldados de la ciudad de Querétaro para “quitárselo a los de Ayutla”.
Cuenta que la situación fue muy peligrosa, porque la gente de Ayutla estaba empeñada en no dejar salir de su comunidad al Santo Niño, y los devotos de Jalpan no querían dejarse de tal abuso.
En la discusión, para tratar de que los de Ayutla entregaran, por las buenas o por las malas a la imagen del Santo Niño, los de Ayutla fueron a esconder la figura en un lugar cercano a la capilla para que los soldados no lo encontraran.
La situación era tensa y delicada ya que los ánimos se habían enardecido, la gente de los dos grupos traía machetes, guingaros, palos y todo tipo de utensilios para defender lo que cada uno de ellos consideraba como suyo.
Resulta que cuando lo fueron a ocultar, alguien cercano al padre Tino observo el escondite del Santo Niño, y sigilosamente, protegido por las sombras de la noche, logro rescatar la figura venerada.
Mientras en la entrada de la capilla de Ayutla se discutían sobre la posesión del Santo Niño, y los de esa comunidad, supuestamente hacían tiempo para esconder la figura, un Jalpense caminaba discretamente, en otro lugar, cubriendo con su jorongo la escultura venerada.
Dicen, que después de haber rescatado la imagen de manos de los de Ayutla, (el héroe), hizo una seña al padre Tino, dándole a entender que ya traía la figura, cosa que momentáneamente no creyó el cura, sin embargo, con otra seña, le mostro el envoltorio de debajo de su jorongo y con ellos, el padre Tino inicio la retirada, sin decir “ni agua va”.
Alguien que estuvo en los hechos, recuerda que la figura fue escoltada por varios coches y camionetas en los que se trasladó la gente desde Jalpan de Serra a Ayutla, la caravana de vehículos nunca se detuvo, sino hasta llegar a la iglesia de Jalpan.
A partir de ese día, el resguardo de toda la población Jalpense hacia la figura del Santo Niño fue de las 24 horas del día, porque siempre quedo el temor de que se volvieran a querer robar su imagen venerada. Sobre todo, a partir de que se supo que un señor de nombre Leónides, (esposo de doña Amalia) había sido pagado por los de Ayutla para que sustrajera nuevamente de la iglesia el Santo Niño de La Mezclita de Jalpan.
Cuentan que “Leónidas recibió o iba a recibir unos billetes (dinero) para que se robara nuevamente la figura para entregársela a los de Ayutla”.
Este episodio de la historia del Santo Niño de Jalpan dejo, dicen muy enojados a los habitantes de Ayutla, debido a que “se los quitaron a la mala”.
Desde entonces, recuerda doña Josefa Hernández Méndez, el Santo Niño de Jalpan no sale de la Iglesia, solo el 5 de enero, día de su fiesta anual. El que anda por las comunidades durante todo el año, por las comunidades durante todo el año, no es el Santo Niño original, “es el peoncito”, como le dice la gente.
“El original, del que le estoy hablando, ese esta resguardado en la Misión de Jalpan, tal como fue la encomienda de quien en su vida decidió ofrecerlo para que ahí tuviera su altar en beneficio de todos los que lo veneran”.
Finalmente apunta que mucha gente de la sierra gorda queretana sabe parte de la historia del Santo Niño de Jalpan, pero no “saben de dónde vino ni como vino”. Es decir, su origen de su llegada, porque unos dicen que fue hallado, que fue encontrado y no, así no fue.
Doña Josefa, anciana de privilegiada memoria y envidiable narrativa concluye su animosa conversación, considerando que “mis tíos abuelos serían muy buenos en verdad o serían muy malos pero la santísima Virgen quiso darles esa bendición o ese mensaje”, dejándoles en su altar de la ceiba la figura del Santo Niño de La Mezclita de Jalpan. (VMSB)