- El fútbol femenino mexicano vive un momento de prosperidad, de los Juegos Centroamericanos, la Liga local al buen rendimiento del seleccionado sub 20 en el Mundial.
Las gestas del fútbol femenino empiezan a hacerse frecuentes en México. El pasado fin de semana, el equipo de menores de 20 años venció, por primera vez, a Brasil en un partido de voltereta, 2-3, en la Copa Mundial de la categoría. El triunfo trajo recuerdos no tan remotos de hace dos semanas cuando el combinado mayor ganó la medalla de oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Los hitos devuelven al país al debate sobre la equidad de apoyo y exposición mediática.
En México hay un entusiasmo por sus futbolistas. La fiebre por el fútbol femenino ha ganado impulso desde distintos frentes, uno de ellos fue la fundación de la Liga profesional en julio del año pasado. Arrancaron con 16 equipos y ahora han aumentado dos más para tener el mismo número que la división masculina. El primer torneo oficial ha arrojado rostros nuevos que han nutrido al seleccionado nacional como Jacqueline Ovalle, la comandante en jefe del Tri juvenil en el Mundial de Francia con un doblete y también es una de las jugadoras clave para su club, Tigres, institución campeona del certamen doméstico.
Antes de una Liga bien cimentada, las futbolistas mexicanas pasaban los fines de semana en circuitos semi profesionales. Mónica Ocampo, capitana de su país en los Juegos Centroamericanos realizados en Barranquilla (Colombia), jugaba en algunos equipos en Morelos, su Estado natal. Borbotones de futbolistas cercenaron sus aspiraciones al no tener sitio donde entrenar. Los reclutadores de la Federación voltearon la mira hacia Estados Unidos, el país tricampeón de la Copa Mundial. Allí buscaron jugadoras con el pasaporte mexicano en las competencias universitarias y en la National Women’s Soccer League. De ahí han emergido talentos como Bianca Henninger, Emily Alvarado y Kaitlyn Johnson. Carolina Jaramillo, por citar un caso, jugaba en torneos masculinos de fútbol rápido en San Diego (EE. UU.) y ahora es una de las jugadoras franquicia de Tigres.
Para las mexicanas no sólo estaba Estados Unidos. Algunas decidieron mudarse a Islandia o Finlandia como Stephany Mayor o Bianca Sierra, ausentes en Barranquilla. En España las mexicanas han ganado su sitio. Desde los 12 años, Kenti Robles se ha desenvuelto en el Espanyol, en el Barcelona y, desde 2014, en el Atlético de Madrid. Como rojiblanca ha ganado las últimas dos Ligas Iberdrola y la Copa de la Reina en 2016. El puesto como lateral derecho nadie se lo ha podido discutir en su país.
Si alguien ha hecho de los goles una presentación es Charlyn Corral. Se fraguó como delantera en los barrios de Ecatepec, una de las localidades bajo la sombra de la inseguridad y feminicidios. Ella es un caso excepcional al jugar con 13 años en la selección de su país. Viajó a Louisville (EE. UU.) para estudiar y jugar. Pasó cinco meses en el fútbol finlandés con el Merilappi United para recibir, en 2015, una oferta del Levante. En su primera campaña enseñó su calidad como goleadora, 22 goles; en la segunda fijó su cuota en 20 y el año pasado, el culminante, hizo 24 y así se ganó el pichichi.
La Liga femenina mexicana aportó 12 jugadoras a la generación que triunfó en los Centroamericanos, un 60 %. Para la Copa del Mundo sub-20, la competencia local ha nutrido con 11 jugadoras para el plantel de 21. Las futbolistas han encontrado su sitio. En Francia, las del Tri deberán jugársela contra Corea del Sur (miércoles 8 de agosto, 9.30 hora mexicana) y luego contra Inglaterra (domingo 12, 6.30). Su máximo avance ha sido la ronda de cuartos de final en tres ocasiones (2010, 2012 y 2016).
En México, la tertulia deportiva ha insistido en comparar el rendimiento de sus equipos masculinos y femeninos. En los Juegos Centroamericanos, el equipo masculino, con un límite de edad de 21 años, quedó eliminado en la fase de grupos a manos de Venezuela, El Salvador y Haití. El mes pasado se consumó el estancamiento del Tri en el Mundial de Rusia al perder contra Brasil en octavos de final. El mes de octubre será crítico para el fútbol femenino azteca al jugarse, del 4 al 17, la Copa Oro de la Concacaf en el que se definen los tres boletos para el Mundial mayor del próximo año. Y el equipo echará mano de su mezcla generacional.