Pedro Marín Zárate (escritor y recopilador de material del libro Batiburrillo)
Se escuchó el disparo y el eco rebotó en el cerro de enfrente, como si de desgajara el cerro y las rocas camino abajo, como bestias avarustadas, hacían más grande el estruendo.
No había empezado la calma cuando una nueva detonación hizo segunda a la primera.
Los disparos continuaron a intervalos más cerrados hasta llegar a un tiroteo graneado.
Don Lauro paró la yunta para averiguar qué pasaba y al momento entendió que era un tiroteo, cerca del poblado de San Juan. De seguro los muchachos se toparon con el enemigo y se entabló un combate. Tomó la garrocha, hizo avanzar la yunta hasta la orilla. Sin perder tiempo desunció en el huizache grande, recarga el yugo y avienta las coyuntas echas bola y deja libres a los bueyes.
Se dirigió al caballo que amarrado comía pasto de la orilla da la milpa. Jalando a la bestia llega a la montura toma bozal, carona y silla, y en el menor tiempo el caballo está listo para montar.
Se traba el barboquejo, se tercia el máuser a la bandolera, de un salto esta sobre la silla y a una señal el corcel sale disparado rumbo al lugar de combate.
De bigote poblado igual de las cejas, mirando a la cara a los que escuchamos el relato de don Germán, disfrutando el bautizo de su nieto, al que habíamos sido convocados.
Don Germán con su figura y su humanidad semejaba un sultán sentado en su otomana, aquella tarde fría y opacada por la neblina. Unos tomando una cerveza y otros una taza de café. El narrador terminaba una anécdota y comenzaba otra. Esta me la contó fulano y esta otra mi compadre. Un era un excelente narrador.
Fíjese que allá por los años veinte del siglo pasado había muchas bandas de asaltantes que como hormigas arrieras al pasar a un poblado cargaban con todo lo de valor, sobre todo con las mujeres jóvenes. La gente de las comunidades estaba organizada para enfrentar a los forajidos.
Los que tenían alguna cualidad, como respeto y arraigo, organizaban contingentes armados para enfrentar a los forajidos, como el caso de don Lauro.
Había mucho venado. En el campo se topaba, con uno, con dos, con tres y hasta con una manada, parecía ganado de cabras.