Por: Andrés Garrido del Toral.
La población que nos ocupa está situada a 2600 metros sobre el nivel del mar, 300 metros arriba de Pinal de Amoles, lo que la convierte en la cabecera municipal más alta del estado de Querétaro después de Amealco de Bonfil. Está enclavada en la Sierra Gorda, concretamente en El Espolón de la Sierra Madre Oriental que se pierde en el Cerro Gordo de El Doctor ubicado en el municipio de Cadereyta de Montes.
Se han encontrado también basamentos de edificios prehispánicos dentro del mismo pueblo de San Joaquín, a los que los lugareños llaman cuicillos, a decir de Fernando González Arteaga en su obra “Problemas de cambio: San Joaquín”.
Para efectos de este estudio solamente nos referiremos a la ciudad militar y religiosa de Ranas, ya que se encuentra ubicada en el municipio de San Joaquín, pero de manera genérica podemos afirmar que se trataba de un pueblo que hace más de mil años ya sabía laborar las minas, trabajando en las profundidades para extraer el cinabrio o mercurio utilizando sólo herramientas consistentes en cinceles, martillos y molinos de basalto.
A decir del autor arriba citado, los pequeños valles y sus laderas se utilizaban para la producción de alimentos, disponiendo de un avanzado sistema de terrazas para cultivo y cuyos vestigios se pueden apreciar en los alrededores de las ciudades mencionadas. Ejercían un comercio próspero y bien organizado con los habitantes costeños y de la altiplanicie, como lo acreditan los restos de cerámica y lítica encontrados en las ruinas. En cada una de las ciudades mencionadas se encontraron invariablemente juegos de pelota (tres en Ranas), templo ceremonial y los entierros adosados a los edificios, dejándose fuera de ellas las zonas habitacionales, las que sin duda no eran más que chozas construidas con materiales vegetales.
El asentamiento de Ranas se localiza a una altitud de 2700 metros sobre el nivel del mar y ocupa la parte superior de dos cerros que se unen formando una escuadra, rodeado por barrancos y con un acceso por el lado oeste, que permite suponer a los estudiosos que dicho lugar tuvo una ubicación estratégica.
Para el autor Alberto Herrera Muñoz, Ranas fue construida y habitada entre los siglos IV y XI después de Cristo por grupos asentados en la región desde tiempo atrás (aclarando que para Fernando González Arteaga el abandono de la ciudad se dio a partir del año 900 de nuestra era), quedando en el ambiente la duda de si se trataba de una vertiente de la cultura tolteca o de una avanzada de Teotihuacan (con influencia olmeca) para conquistar las tierras del Golfo, o es posible que el poblamiento serrano sea “una diferenciación antigua de la cultura huasteca, pues comparten rasgos muy particulares, como su ubicación estratégica, distribución lineal, control visual entre sitios, en escaleras semicirculares, forma y dimensiones de los juegos de pelota”.
El mismo autor sostiene que es difícil establecer si otra vertiente del poblamiento pudo haber partido del centro del país –adentrándose por el valle de Cadereyta- en un proceso originado durante el formativo terminal y el clásico temprano (300 a.C y 200 d.C). Pero Martha Eugenia Ugarte va más allá en su “Breve historia de Querétaro” cuando afirma que los pobladores serranos estaban inmersos en la celebración de ritos propiciatorios, entre ellos presuntamente sacrificios humanos, en base a los cráneos encontrados en las bocaminas o los colocados sobre tres piedras, lo que hace suponer que los sacrificados eran decapitados, y que la presencia del hombre en la Sierra Gorda se puede ubicar en los horizontes culturales Arqueológico y Cenolítico y que sus actividades vitales eran la recolección y la caza.
La misma historiadora –a partir de algunos restos encontrados-, supone que en el Protopreclásico y Preclásico Inferior ya eran grupos sedentarios, desarrollándose entonces la minería, al grado de encontrarse hasta tres mil bocaminas en la región. Para Arturo Romano Pacheco, en su obra “La población prehispánica de Querétaro”, afirma que los cráneos encontrados en Ranas pertenecen al Clásico Tardío y que se clasifican en mesocráneos, mismos que presentan deformaciones que modificaron radicalmente la apariencia de la porción cefálica haciendo muy corta y ancha la cabeza, y en cuanto a la estatura ésta variaba en la población masculina entre 1.60 m. y 1.69 m. y de 1.49 m. a 1.58 m. en las mujeres.
Observa Martha Ugarte que durante el Preclásico Superior (del 800 al 200 a. C) ya se ejercía en la región la influencia de la cultura olmeca que demandaba ciertos tipos de minerales. Los vestigios que hacen pensar en la presencia teotihuacana en Ranas consisten en piedras esculpidas que eran fragmentos de yugos totonacas y objetos de barro, en especial candeleros y pies trípodes, así como temascales para el baño. De los juegos de pelota hallados en Ranas y Toluquilla se comenta su gran semejanza con los ubicados en Tula y Xochicalco.