Una vez me dijiste que escribirías una carta para un amigo con el cual no podías conversar, las cartas son sin duda un buen medio cuando se trata de hablar sobre cosas que quizá no nos atrevemos a decir o escuchar, es por ello que decidí escribirte una.
Seguro recuerdas la crisis nacional del 94, allá cundo tú y mi madre construían su patrimonio que como a millones de mexicanos, les fue arrebatado por las malas decisiones de mandatarios sin escrúpulos.
Aunque debo decir que para entonces poco comprendíamos de la economía, mi hermano y yo podíamos darnos cuenta de las precarias condiciones en que nos sacaron adelante; recuerdo muy bien que en repetidas ocasiones el auto blanco que teníamos se quedaba sin gasolina algo que era un motivo para jugar; en lugar de enojarte o entristecerte nos mostrabas una sonrisa, tras la cual seguro había angustia, sin embargo nos enseñaste que para pasar un día estupendo sólo nos bastaba un comal y leña, el resto era pan comido.
La crisis nacional tuvo muchas consecuencias y una de ellas fue que tú y mamá decidieran divorciarse; me imagino que siempre fue más difícil para ti llevar dinero a casa, pues tu lucha social se cimenta sobre tu trabajo que siempre independiente sobrevive a pesar de los poderosos y la soledad. Creo que definitivamente fue un gran desconsuelo saber que ya no estaríamos juntos los domingos por las mañanas.
Todo parecía empeorar cuando decidiste irte a Jalpan de Serra a comenzar un proyecto periodístico para sacarnos adelante. Aunque debo confesar que al inicio pensamos que la distancia sería abismal, pronto tu entusiasmo fue una gran noticia que nos hizo seguirte hasta el espesor de la Sierra Gorda, a nadar en el río y caminar en aquellos cerros tan hermosos, así nuestra visita se convirtió en una larga estancia a la cual mi hermano y yo debemos muchos buenos recuerdos y amigos.
Estando en la Sierra me enseñaste a perder el miedo a las tormentas eléctricas y a las luciérnagas que nunca antes había visto, me explicaste que esas cosas siempre están ahí pero que en la ciudad debido a tanta luz artificial no es posible verlas, así comprendí que existen tantas cosas hermosas que muchas veces nos perdemos por falta de atención u otras circunstancias, pero que de igual modo esas bellas cosas siempre esperan ser descubiertas para darnos felicidad, así el miedo a lo desconocido se convierte poco a poco en una curiosidad inmensa por aquellas cosas tan misteriosas.
Cuando vivíamos en Jalpan recuerdo que disfrutaba mucho nuestras charlas, en especial a la hora de la comida, cuando incluso con el calor extremo que nos empapaba de sudor, permanecíamos sentados escuchando las anécdotas de cada uno de la familia, de los pros y contras de nuestros días.
En aquella época llamaba mi atención cómo mi madre en repetidas ocasiones parecía molesta contigo a causa de otras personas. Más tarde pensé que quizá mi madre se desesperaba por el hecho de que en la Sierra Gorda paulatinamente aparecieron nuevos medios de comunicación, sin embargo pocos se comprometían realmente con la sociedad, de modo que para mi madre era muy desgastante ver cómo tu sincera entrega al parecer te convertía en “un personaje” no necesariamente deseable para el gremio periodístico.
Sin embargo, debo decir que te felicito; no me sentiría tan orgullosa de ti si no escribieras para informar sobre las injusticias que siguen existiendo, si no me hubieras enseñado que si bien, en nuestro país existe la libertad de expresión, muchas veces “lo que ocurre es que la gente se autocensura” de manera que sin castigos, solita la gente reprime la verdad, no me sentiría tan orgullosa de ti si de algún modo hubieras sido deshonesto con tus ideales, ya que contigo aprendí que la honestidad comienza con y para nosotros mismos.
Así fue como decidí estudiar Arqueología, aunque fuera lejos de casa, con esa motivación de ser honesta con mis ideales y mis metas. Estos cuatro años han sido toda una travesía para mí, en especial los días en que la distancia y el frío del desierto me hacían extrañarlos tanto. Sin embargo cada día que pensaba en rendirme como una posibilidad, recordaba el entusiasmo y miedo que tuve el día del examen de admisión a la carrera, aquél día cuando tú y mi madre me llevaron a enfrentar el primer gran reto de la Universidad, aquél día en el que sin vergüenza me diste una bendición frente a muchos otros jóvenes aspirantes, pactando con ésta el apoyo incondicional que hasta hoy me has mostrado.
Necesitaría un pergamino para recordarte aquí cada una de las anécdotas que a tu lado me han hecho comprender la vida misma, mas debo decir que gracias a ti comprendí el valor del respeto, creo que ambos comprendimos la importancia de éste cuando en repetidas ocasiones discutíamos respecto a mis “malas” decisiones, comprendimos luego de varias charlas -en ocasiones muy acaloradas-, que antes de ser mi padre y yo tu hija somos seres humanos auténticos e independientes, cuyas metas, aficiones y disgustos siempre serán distintas pero no por ello contrarias, y aunque así fuera, nos hemos esforzado en construir argumentos varios y paciencia mucha para escuchar, comprender y sinceramente respetar.
Pues bien pa, sólo quería decirte lo grande que eres por hacerme feliz a diario, por darme ejemplos de lucha, de amor y de humildad, por no dejarte doblegar. Respeto cada decisión que tomas y aplaudo cada sueño que alcanzas -que por cierto han sido decenas de ellos-; agradezco también que nos hagas parte de ellos.
Agradezco que luego de tantas crisis sociales en nuestro país, siempre hables con la verdad, y que sin importar cuánto dinero tenemos o no tenemos, nos siga bastando un comal y leña para tener un día magnífico, te agradezco haberme enseñado a comprometerme, sólo en esa medida es posible amar.
Quiero decirte que si acaso piensas que tu labor como padre no ha sido la mejor, estas muy equivocado, que jamás cambiaría el hecho de que seas mi padre, y que si acaso debo perdonarte algo, en verdad que aún no sé qué es, pues para mí siempre serás el mejor pa que pudiera guiarme, te agradezco el hecho de saberme como tu hija pero también como tu amiga y compañera de viajes. Agradezco enteramente tu confianza, la cual nunca tuve que ganarme, sino sólo cuidar, agradezco que me respetes y apoyes, sin pretextos, como mujer.
Con cariño, Crisna Donají