Por Víctor Manuel Sánchez Bandala
Estimular las actividades y celebraciones de los pueblos, localidades y barrios podría desencadenar la participación organizada de la sociedad en su beneficio y en claro impacto positivo, sobre todo para generarles políticas de integración comunitaria.
Los llamados museos comunitarios, son el más claro ejemplo de lo que se puede lograr cuando la sociedad se integra y participa con un objetivo común, en este caso para promover, rescatar y/o preservar su acervo y patrimonio histórico comunitario.
Es válido resaltar que en México existen alrededor de medio centenar de museos comunitarios en estados como Oaxaca, Yucatán, Veracruz, Morelos, Tlaxcala, Hidalgo, Guerrero, Querétaro y Puebla, que nacieron a partir del interés de las poblaciones por preservar su patrimonio, memoria e identidad.
El museo comunitario genera acciones en favor de los intereses de la población, fortalece la capacidad de organización local en redes, brinda capacitación y responde a necesidades comunitarias.
En México, el origen de este tipo de proyecto de museo comunitario se remonta a 1985 en Santa Ana del Valle, comunidad zapoteca localizada en el Valle de Tlacolula de Matamoros, Oaxaca, que demandaba apoyo para crear un recinto que resguardara su patrimonio cultural.
Cabe mencionar que un museo comunitario atesora de objetos arqueológicos e históricos, entre los que destacan entierros prehispánicos, armamento utilizado durante la Revolución Mexicana o antiguos objetos de trabajo y familiares, así como fotografías.
Luego de esta iniciativa, otras comunidades de diversas entidades del país, incluyendo el estado de Querétaro, gracias a la intervención del profesor Landense, Demóstenes Frías Rubio, pidieron ayuda para crear sus propios museos, y a través de reuniones, intercambio de experiencias y capacitación conjunta, se formó la Unión de Museos Comunitarios de Oaxaca en 1991.
“Este proceso permitió trabajar de forma sistemática en la metodología y formar un equipo técnico en cada localidad que no perteneciera a ninguna institución”, pero que en todo caso participaran dentro de la recién creada Unión de Museos Comunitarios”.
Estos museos son un proceso de creación colectivo comunitario, que desarrolla la capacidad de las comunidades de actuar sobre su propia memoria, a la vez que fomenta el autoconocimiento y la reflexión crítica. “El objetivo es la construcción de sujetos colectivos, no hegemónicos, a partir de su identidad y su memoria”, dicen los expertos.
De cara al impacto que han producido en el estado, donde se llegó a contar hasta con 14 museos comunitarios, no sólo en favor de la integración de las localidades, sino también, y sobre todo en favor de la oferta turística de las comunidades, resulta por demás importante apoyar su desarrollo y supervivencia.
Es en este contexto donde urge no “dejarlos solos”, ni darles la espalda para continúen su labor cultural, educativa, histórica y de participación comunitaria, como sucede en el Museo Comunitario de Tilaco, Landa de Matamoros, Qro, donde desde hace casi seis meses que mantiene sus puertas cerradas por falta de apoyo para el salario de un encargado.
Varios museos comunitarios de la zona norte del estado, han contado desde hace varios años con el apoyo de los gobiernos municipales para sostener el pago de una persona que atienda el recinto, sin embargo el museo de Tilaco ha dejado de abrir sus puertas por el retiro de ese apoyo indispensable. La comunidad reclama un encargado de su confianza no un simple trabajador del municipio.
Cabe resaltar que existe en varios museos comunitarios el acompañamiento, no la injerencia de instituciones como la Secretaria de Cultura y las Artes a través del equipo de trabajo del Museo Histórico de la Sierra Gorda, situación que no debe perderse de vista para seguirle dando valor al origen de su creación. El patronato del museo comunitario de Tilaco reclama el apoyo económico de un encargado de su confianza no un simple trabajador municipal ajeno al proyecto de la comunidad.