En 1963, Querétaro tenía un solo centro de educación superior: la Universidad Autónoma de Querétaro, que muy pocos años antes había dejado de ser Colegio Civil y había adquirido el estatus de autonomía tras un movimiento estudiantil que marcaría la historia de nuestra ciudad a mediados del siglo veinte.
En ese momento nadie imaginaba que seis décadas después contaría con poco más de setenta universidades y ocuparía el quinto lugar nacional en cobertura en educación superior, tres puntos porcentuales arriba de la media nacional.
En sus inicios, la propia universidad tenía una escuela de educación media que compartía egresados con escuelas particulares muy específicas.
El Instituto Queretano, de la orden marista e instalado en el ex molino de San Antonio, y el Salesiano, establecido en nuestra ciudad en 1956 por el entonces obispo Marciano Tinajero y Estrada, eran quizá las escuelas particulares para varones más importantes, pero a ellas se sumaban el Centro Educativo y el Benjamín N. Velasco, militarizado desde 1940, con internado para estudiantes de fuera y una academia para señoritas. Las mujeres asistían a escuelas como el Instituto Plancarte, con antecedentes que databan de 1921 y que también brindaba estudios de comercio; el Alma Muriel y La Paz, todas a cargo de órdenes religiosas; y tres años más tarde se sumaría el Instituto Asunción, igualmente con educación católica y tan solo para mujeres.
Por entonces, el tranquilo estado de Querétaro distaba mucho de imaginar que seis décadas después contaría con poco más de setenta universidades y ocuparía el quinto lugar nacional en cobertura en educación superior.
Ya desde 1537, recién iniciada la evangelización cristiana en estas tierras, se fundó la primera escuela, pero no fue sino hasta 1625 cuando se hizo efectiva la licencia otorgada siete años antes a la Compañía de Jesús para establecerse en Querétaro y fundar los colegios de San Ignacio y San Francisco Javier, las instituciones que, apoyadas en sus inicios por don Juan Caballero y Osio, se convirtieron en el cimiento de la educación superior queretana.
La institución no estuvo exenta de tropiezos a lo largo de su historia, pues tuvo que cerrar sus puertas en varias ocasiones; la primera de ellas cuando Carlos III decretó la expulsión de los Jesuitas de la Nueva España y los colegios fueron clausurados, la segunda cuando, en 1844, volvieron a cerrarse para dar paso, sobre sus escombros académicos, al Colegio Civil, en 1867; y finalmente, cuando en los treinta del pasado siglo, el gobernador Saturnino Osornio decidió cerrarlo.
Fue precisamente este Colegio Civil el antecedente de la actual Universidad queretana, que se crearía como tal, y además adquiriría su autonomía, tras un movimiento y paro estudiantil en 1958, cuando el gobernador Juan Gorráez nombró rector al doctor José Alcocer Pozo, en sustitución del muy querido maestro Fernando Díaz Ramírez. Hoy, a sesenta y cinco años de distancia, la universidad queretana ocupa el noveno lugar en el ranking de las mejores universidades del país, según un estudio realizado por el periódico El Universal en este mismo año. Hoy, en la U.A.Q. se imparten clases a unos 25,500 estudiantes, de los cuales se gradúan anualmente poco más de 4,400.
Iniciando el año de 1967, otra institución de educación superior vendría a acompañar a la autónoma de Querétaro, cuando el presidente Gustavo Díaz Ordaz inauguró, en terrenos aledaños al histórico Cerro de las Campanas, el Tecnológico Regional de Querétaro, que con el paso del tiempo suprimió el término regional y que casi una década después, con el impulso de importantes empresarios queretanos, agrupados en una asociación denominada Educación Superior del Centro, el 14 de agosto de 1975 inicia operaciones el campus Querétaro del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, que se consolidaría como uno de los más grandes y sólidos de ese sistema educativo nacido en la capital neolonesa.
Trece años más tarde, llegaría a terrenos de Juriquilla, impulsado por los desarrolladores de la zona, la Universidad del Valle de México, y en el 2006 la Universidad Anáhuac, que originalmente ofreció clases en el Instituto Cumbres en tanto inauguró sus instalaciones definitivas en el 2010.
A las Universidades Tecnológicas de Querétaro y San Juan del Río, y la Universidad Politécnica, todas ellas de financiamiento público, se fueron sumando una enorme cantidad de ofertas educativas privadas, como la Universidad Marista, la de Londres, la Mondragón, la Cuauhtémoc, la de Arkansas, el Tec Milenio o la UNIVA, convirtiendo a Querétaro en uno de los centros más importantes del país en la materia.
Una mención aparte merece, sin duda, la Escuela Normal del Estado, institución fundada por don Andrés Balvanera con la intención de formar educadores y que cuenta ya con una historia de más de siglo y medio.
El desbordante crecimiento poblacional de Querétaro en las últimas décadas necesariamente ha influido en el desarrollo, igualmente abrumador, de la oferta educativa, en todos los niveles, de la entidad, donde pueden contarse siete mil instituciones educativas de todos los niveles. Baste decir que en el estado dan servicio de educación básica más de tres mil setecientas escuelas, de las que poco más de dos mil son públicas y coordinadas administrativamente por la Unidad de Servicios para la Educación Básica, la USEBEQ, del gobierno estatal. En el sector de la educación básica pública en el ciclo escolar 2022-2023 imparten clase unos trece mil maestros a más de 376 mil estudiantes en el territorio queretano.
Pese a la buena ubicación de Querétaro en materia educativa a nivel nacional, los retos en la materia siempre estarán presentes, sobre todo si consideramos que, de acuerdo con los datos proporcionados por el INEGI, tres de cada cien personas de más de quince años en la entidad no saben leer ni escribir, y que aún resta un seis por ciento para asegurar la totalidad de cobertura en educación primaria, lo que está aparejado con la estadística nacional. El rezago educativo es de un 17 por ciento, y la eficiencia terminal en secundaria es del 84.3 por ciento, en tanto que en media superior es del 78.3. Evitar la deserción estudiantil en todos los niveles y volver totalmente eficiente el servicio educativo son los retos a los que aún se enfrenta el sector.