En cierta ocasión las hermanas Hernández fueron temprano a pastorear las cabras de la familia. Para esto se fueron sin desayunar. Y a como a eso de las 11 de la mañana le dijo Paula a Esperancita, la más chica, que se regresara a la casa para que llevara el desayuno a lo que Esperancita le contestó:
-Está rete lejos la casa, mejor vamos a cortar unas tunas y eso comemos, al cabo éste año se dieron muchas.
A lo que Paula le dijo:
-Tienes razón. Comamos tunas pero, ¿de cuál comemos? ¡Yo quiero de las blancas!
La hermana menor dijo:
– Yo comeré de las tres. Está bien comencemos a cortar y luego las pelamos.
Y así lo hicieron cortaron bastantes tunas que hasta sobraron. Dijo Paula:
-Pon las en la sombra para llevárnoslas por la tarde a la casa; y se fue a ver dónde andaban las chivas. Para esto, a Esperancita se le hizo fácil comerse las tunas que habían sobrado y al rato después que llego Paula le dijo:
– ¿Que tienes? que te veo un poco mal
-Es que me acabé las tunas que sobraban y hora no puedo ir al baño tengo, muchas ganas pero por más que pujo no hago nada.
Se sentó de nuevo para tratar de hacer y no podía. Paula al ver que su hermana no podía se preocupó y pensaba en cómo ayudarla y se le ocurrió tomar un palito y removerle la popo de su hermana y así estuvieron por casi una hora hasta que por fin las destapo. Dijo Paula:
-¡Por eso te dije que no comieras tantas tunas!, y se regresaron felices con su chivas por la tarde para su casa.