Por Víctor Manuel Sánchez Bandala
Los tan llevados y traídos recortes presupuestales, impuestos desde el gobierno federal hacia las administraciones estales y municipales de todo el país, ofrecen la oportunidad de revisar las operaciones y acciones de todos y cada uno de los involucrados, incluso también en el sector privado, directamente impactado por esos recortes económicos.
Las quejas y sobresaltos que ha generado el presupuesto para el 2020, sin lugar a duda ponen “contra la pared”, supuestamente diversos programas, proyectos y acciones de los distintos niveles de gobierno, hecho que los obliga a buscar nuevas formas de gastar y distribuir los recursos públicos.
Eficientar el gasto corriente, sobre todo, reclama de mayores compromisos hacia los gobernados, porque sin lugar a duda, existe un inocultable despilfarro, por el grueso de las nóminas abultadas, precisamente por los amañados “compromisos políticos de las campañas electorales”.
Ser creativos, para hacer más con lo mismo, será el retos de las administraciones locales, pero también tratar de corregir las desviaciones imprudentes que permiten y han permitido el gasto abusivo, por ejemplo de gasolina que se utiliza, muchas veces por el uso de vehículos oficiales para servicios privados de funcionarios y trabajadores.
En fin, es tiempo de generar nuevas políticas públicas, así como de crear conciencia sobre el uso moderado y eficiente de los recursos que se canalizan en beneficio de las comunidades. Con señalar y quejarse de los recortes no se lograra nada, si antes no se procuran acciones de reingeniería financiera.
Vale la pena modificar la política de “administrar la pobreza”, por una nueva que administre la razón convencida de trabajar sin derroches ni desvíos, tan históricamente consentidos, incluso vistos como “algo normal”.